No te quiero por lo muchísimo que me gusta escuchar tu risa. Tampoco por tus gestos inocentes e infantiles, ni tan siquiera por el tamaño de tus tetas. Y no pienses que es porque contigo me siento una persona en plenitud ni porque cada vez que te veo siento un nuevo flechazo.
No. Te quiero porque puedo vivir sin tí. Y no lo prefiero.
Por eso lo sé.
Por eso te quiero.